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El Evangelio (…) (Lc 12, 49-53) forma parte de las enseñanzas de Jesús dirigidas a sus discípulos a lo largo del camino de subida hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en la cruz. (…) El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este –el fuego– es una fuerza creadora que purifica y renueva, quema toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, nos regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo estalle como el fuego en nuestro corazón, porque sólo partiendo del corazón el incendio del amor divino podrá extenderse y hacer progresar el Reino de Dios. No parte de la cabeza, parte del corazón. Y por eso Jesús quiere que el fuego entre en nuestro corazón. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su confortante mensaje de misericordia y salvación, navegando en alta mar, sin miedos. Cumpliendo su misión en el mundo, la Iglesia —es decir, todos los que somos la Iglesia— necesita la ayuda del Espíritu Santo para no ser paralizada por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarse a caminar dentro de confines seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una Iglesia funcional, que nunca arriesga. En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en marcha para caminar incluso por vías inexploradas o incómodas, dando esperanzas a cuantos encontramos. (Ángelus, 14 agosto 2016)

El Evangelio (…)  (Lc 12, 32-48) nos habla del deseo del encuentro definitivo con Cristo, un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu en vela, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo nosotros mismos. Este es un aspecto fundamental de la vida. Existe un deseo que todos nosotros, sea explícito u oculto, tenemos en el corazón. Todos nosotros tenemos este deseo en el corazón. Esta enseñanza de Jesús también es importante verla en el contexto concreto, existencial, donde Él la transmitió. En este caso, el evangelista Lucas nos presenta a Jesús caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia su Pascua de muerte y resurrección, y en este camino los educa confiándoles lo que Él mismo lleva en el corazón, las actitudes profundas de alma. Entre estas actitudes está el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la providencia del Padre y, precisamente, la vigilancia interior, la espera activa del reino de Dios. Para Jesús es la espera del regreso a la casa del Padre. Para nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a buscarnos para llevarnos a la fiesta sin fin, como ya hizo con su Madre María santísima: la llevó al Cielo con Él. (Ángelus, 11 de agosto de 2013)

Con estas palabras, el Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; (…) Desde esta perspectiva, cada momento se vuelve precioso, así que debemos vivir y actuar en esta tierra teniendo nostalgia del cielo: (…) No podemos comprender realmente en qué consiste esta alegría suprema, pero Jesús nos hace darnos cuenta de ello con el ejemplo del amo que, al volver, encuentra a sus siervos aún despiertos: «Se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y yendo de uno a otro los servirá» (v. 37). La alegría eterna del paraíso se manifiesta así: la situación se invertirá, y ya no serán los siervos, es decir, nosotros, los que sirvamos a Dios, sino que Dios mismo se pondrá a nuestro servicio. Y esto lo hace Jesús ya desde ahora. Jesús reza por nosotros, Jesús nos mira y pide al Padre por nosotros, Jesús nos sirve ahora, es nuestro siervo. Y esta será la última alegría. El pensamiento del encuentro final con el Padre, rico en misericordia, nos llena de esperanza y nos estimula a comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la construcción de un mundo más justo y fraterno. ¡Qué la Virgen María, por su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro! (Ángelus, 11 de agosto de 2019)

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