Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

En el Calvario se enfrentan dos mentalidades. Las palabras de Jesús crucificado en el Evangelio se contraponen, en efecto, a las de los que lo crucifican. Estos repiten un estribillo: Sálvate a ti mismo: es el estribillo de la humanidad que ha crucificado al Señor. Reflexionemos sobre esto. Pero a la mentalidad del yo se opone la de Dios; el sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo. En el Evangelio de hoy también Jesús, como sus opositores, toma la palabra tres veces en el Calvario (cf. vv. 34.43.46). Pero en ningún caso reivindica algo para sí; es más, ni siquiera se defiende o se justifica a sí mismo. Reza al Padre y ofrece misericordia al buen ladrón. Una expresión suya, en particular, marca la diferencia respecto al sálvate a ti mismo: «Padre, perdónalos» (v. 34). (…) Contemplemos a Jesús en la cruz y pensemos que nunca hemos recibido palabras más bondadosas: Padre, perdónalos. Contemplemos a Jesús en la cruz y veamos que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva. Contemplemos a Jesús en la cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. Contemplemos al Crucificado y digamos: “Gracias, Jesús, me amas y me perdonas siempre, aun cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme”. (Celebración del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, Plaza de San Pedro, 10 de abril de 2022)

Después de la resurrección de Lázaro —lo hemos oído hoy— muchos judíos iban allí a ver a las hermanas de Lázaro, pero algunos iban allí para ver bien qué había sucedido y referirlo, y algunos de ellos fueron y les dijeron a los fariseos lo que Jesús había hecho (cf. Jn 11,45).  (…)  En ese momento, ese grupo que se había formado de doctores de la ley hizo una reunión formal: “Esto es muy peligroso y tenemos que tomar una decisión. ¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos —reconocen los milagros—; si le dejamos continuar así, todos creerán en él, es un peligro, el pueblo irá tras él, se separará de nosotros” (…) Así que hablaban entre ellos. Uno de ellos, Caifás (…) Era el sumo sacerdote e hizo la propuesta: “Eliminémosle”. (…) pero nadie lo había dicho tan claramente: “Hay que eliminar a este”. Este modo de proceder de los doctores de la ley es precisamente una figura de cómo actúa la tentación en nosotros, (…) comienza con poco, con un deseo, una idea, crece, contagia a otros y, al final se justifica.  (Homilía Santa Marta, 4 de abril de 2020)

Esta reconciliación es la recreación del mundo, y ésta es la misión más profunda de Jesús: la redención de todos nosotros, pecadores. Y esto Jesús lo hace no con palabras, no con gestos, no andando por el camino, ¡no! Lo hace con su carne. Es Él, Dios, quien se hace uno de nosotros, hombre, para sanarnos desde dentro, a nosotros, pecadores. (…) Éste es el milagro más grande. ¿Y qué hace Jesús con esto? Nos hace niños, con la libertad de los niños. Y por esto podemos decir: “¡Padre!” Al contrario, nunca hubiéramos podido decir esto. “¡Padre!”, y decir “Padre” con tan buena y hermosa actitud. Con libertad. Éste es el gran milagro de Jesús. Él nos ha hecho libres del pecado, nos ha sanado en lo más profundo de nuestra existencia. Nos hará bien pensar en ello y pensar que es tan hermoso ser hijo. Esta libertad de los hijos es tan hermosa, porque el Hijo está en casa. Jesús nos abrió las puertas de su casa, ahora estamos en casa. (…) Esa es la raíz de nuestro coraje: soy libre, soy hijo, el Padre me ama y yo amo al Padre. Pidamos al Señor la gracia de comprender bien esta obra suya, esto que Dios ha hecho en Él. Dios ha reconciliado consigo al mundo en Cristo, confiándonos a nosotros la palabra de la reconciliación. Y la gracia de llevar adelante con fuerza, con la libertad de los hijos, esta palabra de reconciliación. Somos salvos en Jesucristo y nadie nos puede robar este documento de identidad: este es mi nombre, hijo de Dios. Bonito documento de identidad. Estado civil: soltero. Así sea. (Homilía Santa Marta, 4 de julio de 2013)

Comentarios recientes
    Categorías