Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

Jesús era así; primero la gente, servir la gente, ayudar a la gente, ensenar a la gente, sanar a la gente. Estaba para la gente. No tenía tiempo ni siquiera para comer. Sus familiares (…) Llegan al lugar donde Jesús está predicando y lo mandan llamar. Le dicen: «He aquí, tu madre, tus hermanos y hermanas están afuera y te buscan» (v.32) y Él responde: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» y mirando a las personas que le rodeaban para escucharlo, añade: «¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque quien cumpla la voluntad de Dios, es mi hermano, mi hermana y mi madre» (vv. 33-34). Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús. (…) Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. Que nos ayude la Virgen Madre a vivir siempre en comunión con Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una vida nueva. (Ángelus, 10 de junio de 2018)

La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas». Él, en efecto, recordó el Pontífice, es «un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado»: un hombre que no conocía «la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás». Y dado que esta «oveja» no «estaba satisfecha», entonces «escapaba». «escapaba porque era un ladrón», otros «son lujuriosos» e igualmente «escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey». Estamos ante «esa doble vida» que existe en «tantos cristianos» (…) «también nosotros debemos entender a las ovejas descarriadas». En efecto, «también nosotros tenemos alguna cosilla, pequeña o no tan pequeña, de la oveja descarriada». (Homilía Santa Marta, 6 de diciembre de 2016)

Pablo era un enamorado de Jesús. Saulo —el primer nombre de Pablo— ya era celante, pero Cristo convierte su celo: de la Ley al Evangelio. Su impulso primero quería destruir la Iglesia, después, en cambio, la construye. Nos podemos preguntar: ¿qué ha sucedido, que sucede de la destrucción a la construcción? ¿Qué ha cambiado en Pablo? ¿En qué sentido su celo, su impulso por la gloria de Dios ha sido transformado? (…) En el caso de Pablo, lo que le ha cambiado no es una simple idea o una convicción: ha sido el encuentro con el Señor resucitado (…) que ha transformado todo su ser. La humanidad de Pablo, su pasión por Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida” por el Espíritu Santo. El único que puede cambiar nuestros corazones es el Espíritu Santo. Y así para cada aspecto de su vida. (…) Si uno está en Cristo es una nueva criatura, este es el sentido de ser una nueva criatura. (Audiencia general, 29 de marzo de 2023)

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