Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

Se preocupaban por la ley, descuidaban la justicia. Se preocuparon por la ley, descuidaron el amor. Eran modelos, eran los modelos, y Jesús sólo encuentra una palabra para estas personas: hipócritas. Por un lado vas por todo el mundo buscando prosélitos, buscas y luego cierras la puerta. Hombres de cerrazón, hombres tan apegados a la ley, a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor; sino a la letra de la ley, que siempre cerró las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación […] Este es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al de los doctores de la ley. Y este camino del amor a la justicia conduce a Dios, en cambio, el otro camino, el de apegarse sólo a la ley, a la letra de la ley, conduce a la clausura, conduce al egoísmo. El camino que va del amor al conocimiento y al discernimiento, a la plenitud, conduce a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. En cambio, este camino conduce al egoísmo, al orgullo de sentirse justo, a esa santidad entre comillas. apariencias, ¿verdad? Jesús les dice a estas personas: «Pero a vosotros os gusta ser vistos por la gente como hombres de oración, de ayuno…», ser vistos, ¿no? Por eso Jesús dice al pueblo: «Pero haced lo que dicen, pero no lo que hacen». Jesús se acerca: la proximidad es precisamente la prueba de que vamos por el verdadero camino. Porque es precisamente el camino que Dios eligió para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre. (Santa Marta, 31 de octubre de 2014)

El cristiano es fundamentalmente gozoso. Y por eso al final del Evangelio, cuando traen el vino, cuando habla del vino, me hace pensar en las bodas de Caná: y por eso Jesús hizo ese milagro; por eso la Virgen, cuando se dio cuenta de que ya no había vino, pero si no hay vino no hay fiesta… Imaginemos terminar esa boda, tomando té o jugo: no funciona… es una fiesta y la Virgen pide un milagro. Y también lo es la vida cristiana. La vida cristiana es alegre, alegre de corazón (…) Así pues, es tal «la segunda actitud cristiana: reconocer a Jesús como el todo, como el centro, la totalidad», aunque existirá siempre la tentación de rechazar esta «novedad del Evangelio, este vino nuevo» en comportamientos viejos (…) Es pecado, todos somos pecadores. Pero reconócelo: ‘Esto es pecado’. No digas que esto va con esto. ¡No! Los odres viejos no pueden contener vino nuevo. Es la novedad del Evangelio. Jesús es el novio, el novio que se casa con la Iglesia, el novio que ama a la Iglesia, que da su vida por la Iglesia. ¡Y Jesús hace este banquete de bodas! Jesús nos pide la alegría de la celebración, la alegría de ser cristianos. Y también nos pide totalidad: es todo Él y si tenemos algo que no es de Él, arrepentirnos, pedir perdón y seguir adelante. Que el Señor nos dé a todos la gracia de tener siempre esta alegría, como si fuéramos a una boda. Y teniendo también esta fidelidad que es el único marido que es el Señor. (Santa Marta, 6 de septiembre de 2013)

“Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada” (v. 5), dice Simón. Cuántas veces también nosotros nos quedamos con una sensación de derrota, mientras la decepción y la amargura surgen en nuestros corazones. Dos carcomas muy peligrosas. ¿Qué hace entonces el Señor? Elige subirse a nuestra barca. Desde allí quiere anunciar el Evangelio al mundo. Precisamente esa barca vacía, símbolo de nuestra incapacidad, se convierte en la “cátedra” de Jesús, en el púlpito desde el que proclama la Palabra. Y esto es lo que le gusta hacer al Señor: el Señor es el Señor de las sorpresas, de los milagros en las sorpresas; subir a la barca de nuestra vida cuando no tenemos nada que ofrecerle; entrar en nuestros vacíos y llenarlos con su presencia; servirse de nuestra pobreza para proclamar su riqueza, de nuestras miserias para proclamar su misericordia. (…)  Con Jesús se navega por el mar de la vida sin miedo, sin ceder a la decepción cuando no se pesca nada, y sin ceder al “no hay nada más que hacer”. Siempre, tanto en la vida personal como en la vida de la Iglesia y de la sociedad, se puede hacer algo que sea hermoso y valiente: siempre. Siempre podemos volver a empezar, el Señor siempre nos invita a volver a ponernos en juego porque Él abre nuevas posibilidades. (Ángelus, 6 de febrero de 2022)

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