Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

Hoy el Evangelio nos presenta a Jesús en la barca con los discípulos, en el lago de Tiberíades. De repente llega una fuerte tormenta y la barca corre peligro de hundirse. Jesús, que estaba durmiendo, se despierta, amenaza al viento y todo vuelve a la calma. ¿Por qué Jesús actúa así?

Para fortalecer la fe de los discípulos y para hacerlos más valientes. En efecto, salen de esta experiencia más conscientes del poder de Jesús y de su presencia en medio de ellos y, por tanto, más fuertes y dispuestos a afrontar los obstáculos y las dificultades, incluido el miedo a aventurarse a proclamar el Evangelio. Habiendo superado esta prueba con Él, sabrán afrontar muchas otras, incluso hasta la cruz y el martirio, para llevar el Evangelio a todos los pueblos.

Y Jesús hace lo mismo con nosotros, particularmente en la Eucaristía: nos reúne en torno a Sí, nos da su Palabra, nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre, y luego nos invita a ponernos en camino, a transmitir a todos lo que hemos oído y a compartir con todos lo que hemos recibido, en la vida cotidiana, incluso cuando es difícil. Jesús no nos ahorra las contrariedades, pero sin abandonarnos nunca, nos ayuda a afrontarlas. Nos vuelve valientes.  (Ángelus, 23 de junio de 2024)

El mensaje de esta parábola lo que nos enseña es esto: mediante la predicación y la acción de Jesús, el Reino de Dios es anunciado, irrumpe en el campo del mundo y, como la semilla, crece y se desarrolla por sí mismo, por fuerza propia y según criterios humanamente no descifrables. Esta, en su crecer y brotar dentro de la historia, no depende tanto de la obra del hombre, sino que es sobre todo expresión del poder y de la bondad de Dios, de la fuerza del Espíritu Santo que lleva adelante la vida cristiana en el Pueblo de Dios. A veces la historia, con sus sucesos y sus protagonistas, parece ir en sentido contrario al designio del Padre celestial, que quiere para todos sus hijos la justicia, la fraternidad, la paz. Pero nosotros estamos llamados a vivir estos periodos como temporadas de prueba, de esperanza y de espera vigilante de la cosecha. De hecho, ayer como hoy, el Reino de Dios crece en el mundo de forma misteriosa, de forma sorprendente, (…) Por eso, en los momentos de oscuridad y de dificultad nosotros no debemos desmoronarnos, sino permanecer anclados en la fidelidad de Dios, en su presencia que siempre salva. Recordad esto: Dios siempre salva. (Ángelus, 17 de junio de 2018)

Su contribución a una gran misión: apoyarnos para llevar la palabra del Papa a todos los hogares

¿Con qué estándar mido a los demás? ¿Con qué estándar me mido? ¿Es una medida generosa, llena del amor de Dios, o es una medida de bajo nivel? Y con esta medida seré juzgado, no será otra: ésa, la que yo use. ¿En qué nivel he puesto mi listón? Necesitamos pensar en esto. Y esto lo vemos no sólo, no tanto en las cosas buenas que hacemos o en las cosas malas que hacemos, sino en el estilo de vida continuo. […] Y como cristiano me pregunto: ¿cuál es el punto de referencia, la piedra de toque para saber si estoy a un nivel cristiano, a un nivel que Jesús quiere? Es la capacidad de humillarme, es la capacidad de sufrir la humillación. Al cristiano que no es capaz de soportar las humillaciones de la vida le falta algo. […] Este es el modelo. Con la misma medida con que mides, serás medido. Si es una medida cristiana, que sigue a Jesús, en su camino, con la misma seré juzgado, con mucha piedad, con mucha compasión, con mucha misericordia. Pero si mi medida es mundana y sólo uso la fe cristiana –sí, voy a Misa, pero vivo como una persona mundana– seré medido con esa medida. Pidamos al Señor la gracia de vivir como cristianos y sobre todo de no tener miedo a la cruz, a las humillaciones, porque este es el camino que Él ha elegido para salvarnos y esto es lo que garantiza que mi medida sea cristiana: la capacidad de llevar la cruz, la capacidad de sufrir alguna humillación. (Homilía Santa Marta, 30 de enero de 2020)

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