Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

Ser cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos, como Nicodemo, ante el “por tanto”, no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo y aquí: libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás. (Homilía Santa Marta, 20 de abril de 2020)

Y en el Evangelio (…) está el envío del Señor. El Señor se ha revelado como salvador, como el Hijo único de Dios; se ha revelado a todo Israel, al pueblo, especialmente con más detalle a los apóstoles, a los discípulos. (…) cuando se apareció a los Once, les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15). Es la misionalidad de la fe. La fe o es misionera o no es fe. La fe no es una cosa sólo para mí, para que yo crezca con la fe: esto es una “herejía gnóstica”. La fe siempre te lleva a salir de ti mismo. Salir. La transmisión de la fe; la fe debe ser transmitida, debe ser ofrecida, especialmente con el testimonio: “Id, que la gente vea cómo vivís” (cf. v. 15). (…) ¿Cómo puedo estar seguro de que al salir de mí seré fructífero en la transmisión de la fe? «Proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15), haréis maravillas. Y el Señor estará con nosotros hasta el fin del mundo. Él nos acompaña. En la transmisión de la fe, siempre está el Señor con nosotros. En la transmisión de la ideología habrá maestros, pero cuando tengo una actitud de fe que debe ser transmitida, está el Señor ahí que me acompaña. Nunca estoy solo en la transmisión de la fe. (Homilía Santa Marta, 25 de abril de 2020)

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (…) Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado. Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. (…) ¡La tumba de Jesús está abierta y vacía! Aquí es donde todo comienza. Por ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, el que ninguno de nosotros sino sólo Dios ha podido abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad. (Urbi et orbi, 31 de marzo de 2024)

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