Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?», es decir, la felicidad (v. 17). «Vida eterna» no es sólo la vida del más allá, sino que es la vida plena, realizada, sin límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le basta, no satisface su deseo de plenitud. (…) Sólo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. (Ángelus, 11 de octubre de 2015)

En el pasaje que hemos escuchado, Pablo sostiene que la Ley ha sido como un pedagogo. (…) En el sistema escolar de la antigüedad el pedagogo no tenía la función que hoy nosotros le atribuimos, es decir la de sostener la educación de un chico o una chica. En esa época se trataba de un esclavo que tenía el encargo de acompañar al hijo del amo cuando iba donde el maestro y después acompañarlo de nuevo a casa. Así tenía que protegerlo de los peligros, vigilarlo para que no asumiera comportamientos inadecuados. Su función era más bien disciplinaria. Cuando el joven se convertía en adulto, el pedagogo cesaba sus funciones. (…)  Referirse a la Ley en estos términos permite a san Pablo aclarar el papel que esta jugó en la historia de Israel. La Torah, es decir, la Ley, había sido un acto de magnanimidad por parte de Dios con su pueblo. Después de la elección de Abraham, el otro gran acto fue la Ley: fijar el camino para ir adelante. Ciertamente había tenido funciones restrictivas, pero al mismo tiempo había protegido a su pueblo, lo había educado, disciplinado y sostenido en su debilidad, (…) ¿Esto qué quiere decir? Que terminada la Ley nosotros podemos decir: “¿Creemos en Jesucristo y hacemos lo que queremos?” ¡No! Los Mandamientos están, pero no nos justifican. Lo que nos justifica es Jesucristo. Los Mandamientos se deben observar, pero no nos dan la justicia; está la gratuidad de Jesucristo, el encuentro con Jesucristo que nos justifica gratuitamente. El mérito de la fe es recibir a Jesús. El único mérito: abrir el corazón. ¿Y qué hacemos con los Mandamientos? Debemos cumplirlos, pero como ayuda al encuentro con Jesucristo.

Esta enseñanza sobre el valor de la Ley es muy importante y merece ser considerada con atención para no caer en equívocos y realizar pasos en falso.  (Audiencia general, 18 de agosto de 2021)

Somos cristianos, católicos, vamos a misa, rezamos… Todo parece en orden. Sí, tenemos nuestros defectos, nuestros pecados, pero todo parece en orden. Y actúa «cortés»: anda busca un buen grupo, llama a la puerta – «¿Permiso? ¿Puedo entrar? – suena el timbre. Y estos demonios educados son peores que los primeros, porque no te das cuenta de que los tienes en casa. Y este es el espíritu mundano, el espíritu del mundo. El diablo o destruye directamente con vicios, con guerras, con injusticias directamente o destruye educadamente, diplomáticamente de esta manera que Jesús dice: No hacen ruido, hacen amigos, te persuaden: «No, ve, así es». No hago mucho, no, pero… hasta ahora está bien» – y te llevan por el camino de la mediocridad, te hacen un «tibio» en el camino de la mundanidad. (Homilía Santa Marta, 12 de octubre de 2018)

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