Después de la resurrección de Lázaro —lo hemos oído hoy— muchos judíos iban allí a ver a las hermanas de Lázaro, pero algunos iban allí para ver bien qué había sucedido y referirlo, y algunos de ellos fueron y les dijeron a los fariseos lo que Jesús había hecho (cf. Jn 11,45).  (…)  En ese momento, ese grupo que se había formado de doctores de la ley hizo una reunión formal: “Esto es muy peligroso y tenemos que tomar una decisión. ¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos —reconocen los milagros—; si le dejamos continuar así, todos creerán en él, es un peligro, el pueblo irá tras él, se separará de nosotros” (…) Así que hablaban entre ellos. Uno de ellos, Caifás (…) Era el sumo sacerdote e hizo la propuesta: “Eliminémosle”. (…) pero nadie lo había dicho tan claramente: “Hay que eliminar a este”. Este modo de proceder de los doctores de la ley es precisamente una figura de cómo actúa la tentación en nosotros, (…) comienza con poco, con un deseo, una idea, crece, contagia a otros y, al final se justifica.  (Homilía Santa Marta, 4 de abril de 2020)

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