Y «esta figura de la roca se refiere al Señor». Isaías que, en la primera lectura (26, 1-6), dice: «Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua» (v. 4). «la roca es Jesucristo, la roca es el Señor. Una palabra es fuerte, da vida, puede seguir adelante, puede tolerar todos los ataques si esta palabra tiene sus raíces en Jesucristo». En cambio, «una palabra cristiana que no tiene sus raíces vitales, en la vida de una persona, en Jesucristo, es una palabra cristiana sin Cristo. Y las palabras cristianas sin Cristo engañan, hacen mal». El escritor inglés «hablando de las herejías» dijo «que una herejía es una verdad, una palabra, una verdad que se ha vuelto loca». Es un hecho, que «cuando las palabras cristianas no tienen a Cristo comienzan a ir por el camino de la locura». Isaías, continuó, «es claro y nos indica cuál es esta locura». (…)  Una palabra cristiana sin Cristo te conduce a la vanidad, a la seguridad de ti mismo, al orgullo, al poder por el poder. El Señor abate a estas personas». Esta verdad, «es una constante en la historia de la salvación. Lo dice Ana, la mamá de Samuel; lo dice María en el Magníficat: el Señor derriba la vanidad, el orgullo de las personas que se creen ser roca». Son «personas que van sólo detrás de una palabra, sin Jesucristo». Hacen propia una palabra que es cristiana «pero sin Jesucristo: sin la relación con Jesucristo, sin la oración con Jesucristo, sin el servicio a Jesucristo, sin el amor a Jesucristo». «lo que el Señor nos dice hoy» es una invitación a «construir nuestra vida sobre esta roca. Y la roca es Él. (…)  «en esta humildad de ser discípulos, salvados, de ir adelante no con palabras que, para creernos poderosos, acaban en la locura de la vanidad y en la locura del orgullo». Que «el Señor nos alcance esta gracia de la humildad de decir palabras con Jesucristo. Fundadas en Jesucristo» (Santa Marta, 5 de diciembre de 2013) 

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