Cómo los jefes de los sacerdotes y los escribas «se enfadaron». Jesús no los expulsa a ellos del templo, sino a los que «hacían negocios, a los especuladores del templo»; sin embargo «los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban vinculados a ellos», porque evidentemente recibían dinero de ellos. Existía, dijo el Papa Francisco, la «santa tangente». Y ellos «estaban a pegados al dinero y veneraban a esta “santa”». En el Evangelio se leen palabras muy fuertes y se dice que los jefes de los sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo «buscaban acabar con Él». Lo mismo había pasado en tiempos de Judas Macabeo. «¿Por qué?» se preguntó el Pontífice, explicando la dificultad en la que se debatía quien acabaría con Jesús: «No sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de Él, escuchándolo». La fuerza de Jesús, por lo tanto, «era su palabra, su testimonio, su amor. Y donde está Jesús, no hay sitio para la mundanidad, no hay sitio para la corrupción». «esta es la lucha de cada uno de nosotros, esta es la lucha cotidiana de la Iglesia», que está llamada a estar «siempre con Jesús». Y los cristianos deben estar «siempre pendientes de sus labios, para escuchar su palabra; y nunca buscar seguridades donde hay cosas de otro patrón». Por lo demás, «no se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas; o Dios o el poder».  (Homilía Santa Marta, 20 de noviembre de 2015)

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